Siguiendo con las actividades del #MesEuropeoDeLaDiversidad hemos tenido el placer de contar con la colaboración de @Francine Galvez Djouma, conocida por su dilatada carrera profesional en el mundo del periodismo siendo la primera mujer negra en presentar unos informativos en España.

Ha querido compartir con nosotros su testimonio, el cual invita a reflexionar y nos reafirma en nuestro compromiso de seguir trabajando por la diversidad de todo tipo, especialmente en este caso, por la diversidad cultural y étnica.

“Cuando mi sobrina de 23 años me dijo que había encontrado trabajo me dio una tremenda alegría. Salía después de casi un año, de las estadísticas de jóvenes en paro. Una lacra eterna en este país que, en detrimento de si mismo, excluye del mundo laboral a un importante porcentaje de la población. Yo misma pasé por idénticas vicisitudes cuando tenía su edad, a finales de los 80. El trabajo bien remunerado para los jóvenes siempre ha escaseado.”

Esta podría ser tu historia o la de cualquiera: chica joven busca trabajo y lo encuentra. Pero cuando mi sobrina me explica que cree que ha pasado la entrevista porque ha ocultado sus señas de identidad, me surge una pregunta. ¿Qué has cambiado? Mi ropa para cubrir mis tatuajes y me he recogido el pelo para que no vean que lo tengo afro. Una de las chicas que me examinaban, me ha dicho que también lo tiene rizado, pero no creo que se imagine como es el mío cuando está suelto. Has intentado encajar, le contesto. Eso es bueno, al fin y al cabo, en España la mayoría de las empresas selecciona un personal homogéneo. En los anuncios se han puesto de moda protagonistas de todas las razas, tribus urbanas u orientaciones sexuales. Ofrecen una imagen de sociedad más global, pero aquí eso es irreal. Muchos siguen siendo incapaces de pensar que tienes formación y ganas de trabajar si no tienes aspecto adecuado, predominando lo caucásico. Tu aspecto marca tu status, no solo es cuestión de raza. Aunque para muchos, los negros hemos llegado todos en patera, los asiáticos trabajan en un chino, las sudamericanas en el hogar y los paquistanís vendiendo flores en la calle.

Tuve que contenerme, tragar saliva y disimular, cuando ella me responde: por eso intente pasar por blanca y disimular que soy negra.

Fue una patada en la boca del estómago, como cuando descubres en aquella vieja película en blanco y negro porque la protagonista oculta a su madre. Es negra y sirvienta y no existir es el sacrificio para que su hija, que ha tenido “la suerte” de nacer con piel blanca, pueda prosperar.

Confieso que, a mí, mi color de piel me ha favorecido más que perjudicado. Siempre he sido llamativa, nunca he pasado desapercibida y he sabido sacar jugo de ello aceptando todas las oportunidades interesantes que la vida me ha puesto por delante. También os desvelo que no siempre fue así. De niña no sabía lo que eran las razas hasta que alguien me hizo ver que mi color era diferente al de la mayoría. Mi familia, fruto de un matrimonio mixto, era mi referencia y cuando algún amiguito me dijo, tu color no es bonito, el de tu hermana si, reconozco que la envidié por su color canela tan distinto a mi marrón moka.

Durante tiempo sufrí en silencio, no estar contenta con mi color, pero llegó Naomi Campbell y todo cambio. Es una broma, pero lo cierto es que ya en la adolescencia me reconcilie conmigo misma y no volvía a dejar que me afectasen los comentarios a cerca de mi aspecto exterior.

Lo que no me imaginé es que 50 años después, ejecutivos de muchas empresas tienen tan poca visión, tan escaso desarrollo emocional e intelectual, que no son capaces de dar una oportunidad a personas capaces, con ganas de trabajar y labrarse su propia vida, pero con un pecado: ser diferentes.